lunes, 25 de abril de 2011

LA HIJA DEL CANÍBAL


La hija del caníbal es una de las muchas obras de la periodista y psicóloga Rosa Montero (3 de enero de 1951, Madrid), actualmente escritora para el diario El País, y cuyo nombre siempre se relaciona con la literatura contemporánea española. Publicada en 1997 por la editorial Espasa Calpe y posteriormente por Planeta De Agostini en 1999, consta de 338 páginas y obtuvo por unanimidad el I Premio Primavera en 1997.

De origen humilde, tras estar recluida desde los 5 años hasta los 9 a causa de una tuberculosis, se dedicó a leer y a escribir, y posteriormente estudió periodismo y psicología mientras colaboraba con grupos de teatro independiente como Tábano y Canon. Ha publicado en varios medios de comunicación y desde 1976 trabaja de manera exclusiva con el periódico El País. Además, los premios que se le han otorgado han sido muchos: en el 1978 ganó el premio Mundo de entrevistas y el 1980 el premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios; en 1997 ganó el I Premio de Primavera por La hija del caníbal (que a su vez fue trasladada al cine), el instituto La Laguna de Madrid le otorgó en 1999 el Primer Premio Literario y Periodístico Gabriel García Márquez por su trabajo en El País, La loca de la casa ganó el premio Qué Leer a la mejor novela española de 2003 y el Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en 2004. No solo eso, sino que Historia del Rey Transparente obtuvo el Premio Qué Leer a la mejor novela española de 2005, además del Premio Mandarache de 2007.

Además, apenas hace un año obtuvo un doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad de Puerto Rico.

A lo largo de La hija del caníbal, la novela que nos ocupa, se narra con gran agilidad y maestría la historia de Ramón y Lucía, un matrimonio que lleva diez años juntos y que intentan acabar con la monotonía de sus vidas pasando el Fin de Año en Viena. La desaparición de Ramón en los urinarios del aeropuerto de Barajas cuando se disponían a embarcar, es el inicio del drama aunque paradójicamente está cargado de humor, emoción y situaciones insospechadas. Ella, a su vez, escritora de cuentos infantiles en plena crisis de los cuarenta, no dudará en emprender la búsqueda por su cuenta, tras verificar la poca efectividad de la policía. Contará con la fiel ayuda de dos de sus vecinos que se han encontrado por casualidad, uno de ellos un ex­-anarquista octogenario que busca demostrar una vez más sus capacidades y sacar a relucir su experiencia y el otro un joven de veintiún años que demostrará que el amor no sabe de edades. Así, mediante este trío grotesco y particular, Lucía buscará desesperadamente a su marido, a la vez que se intenta encontrar a sí misma.

Por ello, al margen de la trama de intriga, secuestro y corrupción, esta novela habla del paso de la juventud a la madurez, del crecimiento personal de una mujer confusa, perdida, llena de contradicciones e incertidumbres y de la pasión que deja paso a la rutina. Se tratan temas de la vida cotidiana, cómo encontrar la felicidad en un mundo corrupto o el poder del valor y la cobardía. Además, se analiza el crecimiento del ser humano, ya que a medida que va obteniendo conocimientos y sabiduría va dejando atrás los miedos, las inseguridades e incluso la pasión aunque siempre es posible hacer que vuelvan; hace una reflexión sobre la fugacidad de la vida y de su cotidianidad, pero sobre todo habla del sentido de la existencia.

En el hilo de la historia, son varios los personajes que habría que destacar:

· Lucía Romero: es la mujer de Ramón, escritora frustrada en la famosa crisis de las cuarenta que poco a poco se deja arrastrar hacia la rutina y la costumbre y deja a un lado el amor. Es un personaje plano, puesto que en ningún momento demuestra un carácter diferente y ella misma asiente que en las relaciones amorosas siempre hay un punto en el que empieza la decadencia y en el que hay que reinventar la vida, pero sobre todo es una mujer que a pesar de los acontecimientos, por muy desagradables que fuesen no muestra rencor ni maldad, únicamente expresa sus ganas de volver a sonreír y sentirse libre.

· Félix Roble: es un anciano de ochenta años, con toda su vida por detrás; fue anarquista y pistolero con Durruti y más adelante torero. Cuando por casualidad se ve envuelto en la desaparición de Ramón, solo y más cerca ya de la muerte que de la vida, intentará salir de su olvido rememorando tiempos pasados, y así poder demostrar lo que un día fue.

· Adrián: es un joven 20 años menor que Lucía, pero ello no impide que se enamore de ella e intente construir un futuro a su lado, aunque su ilusión y fortaleza son los rasgos de su juventud, según Lucía no compatibles con ella. Es un joven que aporta optimismo y energía a la historia, y sobre todo se aprecia su transparencia y simplicidad, probablemente debido a su corta edad.

· Ramón: a pesar de no aparecer físicamente a lo largo de la novela, es la base de ésta, en cuyo alrededor gira todo. Es un personaje redondo como se puede interpretar de la impresión de Lucía: aparentemente es un sencillo funcionario del Ministerio de Hacienda, pero movido por la codicia no duda en meterse en una ruleta de donde luego no se puede salir, llena de fraudes y mentiras, arrastrando y poniendo en peligro la vida de su mujer. De todas formas, gracias a él, Lucía se dará cuenta que ya es hora de quitarse la venda que hasta entonces llevaba y de empezar a darse cuenta que las cosas, a menudo, no son como aparentan ser.

· El padre-caníbal: apenas aparece a lo largo de la novela pero su papel es fundamental en la personalidad de Lucía; está muy marcada por él, lo que supone una relación de amor-odio sin ni siquiera llegar a conocerse del todo. Por eso, Lucía se dará cuenta que a pesar de ser un hombre orgulloso, serio y con la fama subida a la cabeza, no es más que un pobre anciano que por fin, dejando atrás su orgullo consigue reconocer que fue él quien desencadenó la ruptura entre sus padres. Así comenzarán de nuevo una relación entre padre-hija y Lucía podrá sentirse liberada y con fuerzas de ser quien es.

La hija de caníbal se centra en la ciudad de Madrid, generalmente en espacios cerrados, sobre todo en la casa de Lucía, donde los tres pasan la mayor parte del tiempo pendientes del teléfono y debatiendo y escuchando las historias de Félix, o en el aeropuerto que es donde comienza toda la historia. De todas maneras, cabe destacar que en esta novela se narran dos historias lineales, puesto que Félix también cuenta la historia de su vida de principio a fin, y en ese caso los acontecimientos se desarrollan en espacios abiertos, en la ciudad de México, Barcelona y en la propia Madrid.

En cuanto al tratamiento del tiempo, se trata de una historia lineal que intercala flashbacks a lo largo de la trama, que son necesarios para la comprensión de muchos acontecimientos. La desaparición de Ramón comienza el 31 de diciembre y dura un par de meses que están situados en la actualidad. Sin embargo, la vida de Félix dio comienzo a principios de la I Guerra mundial en 1914 y por lo tanto, vivió la Guerra Civil Española, la dictadura de Franco y el posterior exilio e incluso la II Guerra Mundial.

En cuanto a su estructura, La hija del caníbal está dividida en numerosos capítulos sin enumerar, separados por un espacio algo más ancho que el que separa dos párrafos y no es precisamente ello lo que más llame la atención de esta novela, sino el continuo cambio de narrador. Es una novela que se narra en tres voces: la de la protagonista Lucía Romero que narra en primera persona todos los acontecimientos de manera crítica, realista y reflexiva; la voz del anciano Félix Roble que rememora su pasado de una manera honesta y melancólica, también en primera persona; y por último aparece en escena un narrador omnisciente en tercera persona que nos involucra dentro de la trama que va más allá de la búsqueda de Ramón, haciéndonos conocedores de todas las intimidades del trío desde un punto de vista exterior.

Por todo ello, la novela La hija del caníbal no es una de esas novelas que hablan del amor, de un final feliz o de la vida rodeada de rosas, sino de la existencia y del destino de cada uno; nos hace reflexionar sobre el dolor y el sufrimiento para poder ver la belleza de la vida. Se aprecia el miedo a enamorarse, los riesgos que se deben tomar y la continua lucha por reordenar el mundo e intentar hacerse un huequito en él, traspasar las barreras de la edad, y encontrase a uno mismo. Se habla de la codicia, de un mundo movido por el dinero y por el ansia de obtener cada vez más y más, pero también se habla de las pequeñas cosas que dan sentido a la vida, pequeños detalles insignificantes, amistades improbables o situaciones indebidas que hacen recapacitar sobre en lo que se ha convertido cada uno, y aparece el deseo ferviente de volver a ser lo que siempre se ha querido, de lograr la felicidad cuando menos te lo esperas, sin importar la edad.